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La ciencia y la cultura son materias que se cotizan a la baja en España. ¿Por qué digo esto? Porque para nuestra desgracia existe una especie de movimiento que intenta eliminarlas del panorama general de la sociedad española. Si bien es cierto que tradicionalmente España no ha sido un país de investigadores de referencia mundial (salvando algunas excepciones), la campaña que realizan los medios contra el mundo científico no favorece en absoluto su desarrollo, sino más bien la perjudica de sobremanera.

¿Quiénes son los responsables de esta pérdida de interés general por la ciencia? Principalmente, como enuncié antes, los medios de comunicación. No hay nada más que acercarse a un kiosko de periódicos y ver cuántas revistas están relacionadas con los cotilleos y cuántas se refieren a temas científicos. Realmente la culpa no es solo suya, sino de gran parte de la ciudadanía (y también del gobierno, pero ese tema no toca hoy).

¿Por qué es un problema también de la ciudadanía? Principalmente por la educación que recibimos. En una gran proporción de casas de España no se estimula el interés por la cultura, porque tampoco nos lo han enseñado a nosotros, pero sin embargo, sí que se estimulan programas de telebasura que ridiculizan a las personas que en ellos aparecen. Es un círculo vicioso del que únicamente parte una salida nefasta: la indiferencia.

Un buen ejemplo de esto son los «talent shows» (haciendo referencia a Loulogio, en un vídeo que publicó esta semana). Los «talent shows» son aquellos programas que hacen saltar a la fama a personas que han tenido un pasado difícil, de una manera rapidísima y sin apenas esfuerzo. El único requisito es que le guste tu historia a la audiencia, de hacerte famoso ya se encargan ellos.

Ya lo adelantó Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz. Este reflejaba una sociedad que había llegado a tal punto de sobreinformación inútil que despreciaba cualquier tipo de conocimiento, de manera que estaban controlados por unos pocos espabilados, como si fuesen robots. No pienso que a corto o medio plazo podamos llegar hasta tal punto, pero es una buena parodia de cuál puede ser el destino de la humanidad en pocos siglos.

Lo cierto de todo esto es que la sociedad española, al igual que muchas otras en el mundo, tiene una relación de amor/odio con los intelectuales, por así decirlo. Cuando vemos en la televisión/periódico/revista/radio a un catedrático muy especializado en un tema, la primera impresión general suele ser de admiración, ya que no todo el mundo está capacitado para su trabajo. No solo eso; los españoles somos los primeros que nos enorgullecemos de que unos compatriotas inventaran el submarino, el chupa-chups o la fregona.

Pero esto no siempre es así. Basta con que esa persona exprese su opinión sobre cualquier tema y ésta contradiga la nuestra propia. La impresión que nos ofrecerá entonces será: «¡Qué sabrá este hombre de ese tema! Mejor que se dedique a lo sus tareas y se mantenga la boca callada».  No quiero generalizar pero esto es así en gran parte de nuestra población.

Además, el hecho de ser un entendido en un tema y tener una apariencia física peculiar o un tono de voz estridente resta credibilidad a las palabras que salgan de su boca e incluso nos hace sonreír, tan solo porque no se parece al resto de personas.

Esta ridiculización de la os hablo estuvo presente en la misma gala de los Goya, los premios cinematográficos más importantes de España. Dani Rovira, humorista al que aprecio mucho, tuvo una conversación con el Ministro de Cultura (Íñigo Méndez de Vigo) como parte de su espectáculo de la que salió mal parado el segundo, a través de bromas fuera de contexto. Independientemente de las ideas políticas de cada uno, creo que no era el momento ni el lugar.

En definitiva y como resumen, el progreso de la cultura y la ciencia en nuestro país está en nuestras manos, ya que si no actuamos en consecuencia, estaremos avocados a una sociedad de analfabetos más pendientes de la vida privada de los famosos que de ser personas útiles para la sociedad.