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El concepto de bioterrorismo hace referencia al empleo de manera criminal de agentes biológicos con el único propósito de sembrar terror en la población afectada, ya sea por medio de muertes, complicaciones de enfermedades, sufrimiento humano,… Realmente, es difícil detectar un ataque bioterrorista, a no ser que se encuentre contextualizado en una guerra o amenaza reciente: son los estudios epidemiológicos los que llevan a cabo la función de detective a la hora de averiguar las causas. Probablemente estemos ante una de las principales amenazas para la humanidad de toda la Historia, una vez más ejecutada perversamente por el ser humano con el único fin de obtener la recompensa del éxito.

Sin embargo, el bioterrorismo tiene su origen a principios del siglo XX, cuando fue utilizado poco después de la Primera Guerra Mundial por Alemania contra Estados Unidos, Rusia, Rumanía y Francia, empleando cultivos de muermos (Burkholderia mallei). Otro importante ataque fue puesto en marcha por el movimiento osho en 1984, con la intención de controlar la población de The Dalles (Oregon), usando esta vez la bacteria Salmonella. Pero el más sonado de todos los ataques bioterroristas fue el ataque producido por carbunco (anthrax en inglés, Bacillus anthracis), que se llevó a cabo a través del correo postal de los Estados Unidos justo después de los atentados terroristas de las Torres Gemelas (2001). En este último murieron 5 personas de más de 20 infectadas.

Se han identificado más de 180 tipos de microorganismos, toxinas y derivados que pueden usarse potencialmente como armas bioterroristas. Ante esta asombrosa cantidad, el CDC (Centers for Disease Control and Prevention) ha realizado una clasificación:
Categoría A: fácilmente transmisibles y de alta mortalidad. Se consideran como una prioridad máxima médica. Entre ellos encontramos el botulismo, carbunco, peste neumónica,…
Categoría B: fácilmente transmisibles y difícil diagnóstico, pero de escasa mortalidad. Entre ellos están el cólera, salmonelosis, muermos, brucelosis,…
Categoría C: son los nuevos microorganismos, modificados genéticamente y contra los que la población general no tiene inmunidad, por lo que pueden ser más dañinos. Los más destacados son el virus Nipah, corona SARS y hantavirus.

No cabe duda de que si las grandes potencias mundiales están continuamente desarrollando armas nucleares cada vez más potentes, también se están desarrollando numerosas armas biológicas, capaces de destruir la ciudad de Madrid en tres días (como el botulismo, por medio de la contaminación de las aguas). Y en ese sentido los ciudadanos de a pie estamos desprotegidos, puesto que no existen maneras eficaces de prevenir esta situación, pero no trato de sembrar el pánico entre los lectores de estas líneas, pues estos ataques afortunadamente son muy puntuales.

La investigación en armamento biológico no es reciente, ya que se tiene constancia desde hace unos 30 años de este tipo de actividades en algunos de los países que se pueden permitir este tipo de experimentación, aunque esta información no esté siempre contrastada, debido a las controversias que ello podría conllevar. Entre las «investigaciones» que ha estado llevando a cabo Estados Unidos en este tiempo se incluyen la introducción de bacterias en el metro de Nueva York o en escuelas publicas de la bahía de San Francisco, produciéndose un aumento de la incidencia de la meningitis. Otras teorías de la conspiración proponen la inoculación del virus de la fiebre porcina africana (que realmente no era del cerdo, sino de un mosquito) en la isla de Cuba, la diseminación de pestes virulentas, esparcidas por todo África y contra las que no se ha averiguado todavía un tratamiento o el propio origen del tan conocido virus del ébola.

Al margen del uso como armas biológicas, la inclusión de microorganismos en animales y posteriormente en personas sanas ha hecho de oro a algunos laboratorios farmacológicos mundialmente conocidos como Roche, con la archiconocida estafa de la gripe H1N1. Y sin embargo se han depurado demasiadas pocas responsabilidades. ¿Qué dice la OMS de todo esto? Poco: ellos son muy de lavarse las manos.

¿Estamos dispuestos a ser sometidos a los experimentos de los grandes países con el objetivo de comprobar su eficacia militar? ¿Hasta qué punto se ha convertido nuestra salud en un negocio? Después de leer esto, ¿no os sentís como ratones de laboratorio? Haced vosotros vuestra propia reflexión.

Estados Unidos es, hoy por hoy, una de las primeras potencias mundiales, y eso es indiscutible. Sin embargo, nos asaltan las dudas a la hora de pensar en si es la primera del mundo. Ellos lo tienen claro: lo son, siempre lo han sido, y esperan siempre serlo, ya que estar en el ombligo del mundo es muy cómodo. Pero para mantener su teórica primera plaza hay que actuar de manera discutible moralmente.

Mucha gente cree que Estados Unidos es lo más, que no hay nada mejor que ese país, y que si por ellos fuera se irían a vivir a ese país. No voy a discriminar a nadie por su opinión, ni mucho menos, pero un país en el que la gente no tiene el dinero suficiente para pagarse sus propios tratamientos médicos  (ya que no los cubre el Estado) no debería ser tan guay.  En muchos casos, esta conciencia global sobre este país ha sido provocada por el cine. Hollywood ha hecho mucho daño a las aspiraciones de la gente. Si bien es verdad que el cine es un método de distracción muy útil, no siempre muestra la verdad del asunto.

En este caso quería tratar el asunto del supuesto espionaje llevado a cabo por Estados Unidos contra todo bicho viviente. Casos como el de Julian Assange, recluido en la embajada ecuatoriana de Londres con el tema Wikileaks, y el reciente caso de Snowden han condicionado la actual postura de sospecha frente a los grandes países. El espionaje contribuye a la crispación social, ya que no sabemos hasta que punto saben cosas de nosotros. Es como si tuviéramos dos vidas: la nuestra, y la huella que va dejando la nuestra en los archivos, propiciada mayormente por el uso excesivo tal vez de internet.

Entonces, ¿quién es el que está actuando mal? ¿Somos nosotros los delincuentes en potencia, que debemos estar siendo supervisados por alguna especie de ser superior (eliminándose en este caso el derecho de igualdad)?  ¿O es acaso e gobierno, que intenta mantenernos a raya de una manera un tanto extraña? Demasiadas preguntas para tan poca transparencia. No esperéis que os respondan desde ningún sitio.

Todo este conjunto de cosas nos lleva a formularnos una pregunta: realmente, ¿es necesario que los gobiernos controlen tanto a sus ciudadanos? ¿Es posible evitar una guerra mundial gracias a este sistema? No soy un experto en estos temas, pero tengo entendido que las guerras no las organiza una persona sola en su casa, y que en la mayor parte de los casos, si se da el caso de que la provoque una persona, esta tiene que haber recibido instrucciones de un organismo mayor.

Un tema espinoso el del espionaje. Solo me queda una cosa que decir:

La curiosidad mató al gato.